Cada vez que me siento a ver un partido de baloncesto en el que participa
Felipe Reyes me digo: hoy no me puede volver a sorprender, es imposible. Pues
bien, muchos son los días que me levanto de mi sofá y digo tras ver ese
partido: lo ha vuelto a hacer.
Como madridista debo reconocer que el Felipe de los inicios, el de
Estudiantes, me crispaba, me alteraba y me ponía de mala leche. Evidentemente
defendía sus colores, pero de una forma un tanto desagradable a causa de la
juventud.
Tras su fichaje por el Real Madrid uno podía pensar que, bueno, bien, pero
que ese pasado en el Ramiro le iba a pasar factura, que la adaptación no iba a
ser fácil y que el madridismo le viese con buenos ojos, tampoco. Craso error,
porque esta persona ha demostrado tener una cabeza muy bien puesta sobre los hombros.
Ha sido insultado, tildado de pesetero y de no sé cuantas cosas más y jamás
ha tenido un feo gesto con esas aficiones que tantas “lindezas” le han
dedicado. Pero yo voy más allá y es que el carisma que ha demostrado, que demuestra
a diario, le ha llevado a ser unos de los capitanes mas importantes de la
historia del club blanco y muy difícil lo va a tener el siguiente capitán para
estar a su altura, aunque Llull está en disposición de hacerlo también.
Si hablamos de la persona solo puedo hablar también maravillas. En 2008 iba
paseando con mi familia por Andorra y al
entrar en una tienda allí estaba Felipe. Me acerqué con mis hijos, que por
entonces tenían 10 y 7 años y el trato que les dispensó fue de un gran tipo, de una gran persona y jamás
lo olvidaré.
Ahora voy a lo estrictamente deportivo. Felipe ha sido
uno de los jugadores que más ha mejorado a lo largo de su carrera. Recuerdo
aquel Reyes que de cada dos tiros libres fallaba uno, cosa que solucionó
quedándose a lanzar 2 millones de ellos después de los entrenamientos, o ese
tiro a media distancia que ya no suele fallar. Incluso de vez en cuando se
atreve con algún triple ganador y si hablamos de los rebotes o de lo que no
sale en las estadísticas, ¿qué os voy a decir que no esté dicho ya?.
Pero lo que más me sorprende de este jugador, y de ahí el título de mi
artículo, es la eterna juventud que parece tener. Eso sólo se consigue si eres
un profesional como la copa de un pino y dedicas tu vida y tu cuerpo a tu
profesión.
A sus 35 años parece ir envejeciendo como los buenos vinos, o mejor dicho,
a sus 35 años parece ir rejuveneciendo como el personaje que encarna Brad Pitt.
Ayer, en el Francia – España, volvió a hacerlo, volvió a sorprenderme por enésima
vez. Pau Gasol se llevó todos los honores, pero yo me acosté pensando en lo
magnífico que es y lo que facilita las cosas un numero 9 que es casi siempre un
10. ¿Verdad Orenga?
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