viernes, 4 de marzo de 2016

Añorando a Wayne Robinson


El 19 de abril de 1958, nacía en un pequeño pueblo de Carolina del Norte, uno de mis grandes ídolos baloncestísticos. Se trata nada más y nada menos, del gran Wayne Robinson, que fue el principal culpable de mi enorme pasión por el basket. Siendo un crío, me sentaba delante del televisor y me quedaba prendado de aquel pívot norteamericano, que machacaba los aros sin piedad y se levantaba en suspensiones a cuatro metros del aro, dando una sensación de ingravidez maravillosa.

Robinson, fue elegido en segunda ronda del draft (puesto 31), disputando una campaña en la NBA enrolado en los Detroit Pinstons. Después hizo las maletas y comenzó su largo periplo por Europa, jugó dos años en Trieste y los ojeadores del Madrid le echaron el lazo en el año 1983. Lolo Sainz, fue su principal valedor, formando una pareja letal bajo tableros junto al añorado Fernando Martín. Consiguió tres ligas, dos Copas del Rey y una Recopa en las tres temporadas que defendió la elástica blanca. A pesar, de tener unos números brillantes (15 puntos y 7 rebotes de media), el club decidió prescindir de sus servicios en busca de un jugador con más kilos, como era el caso de Brad Branson.

Después de unas espectaculares temporadas en el Cacaolat Granollers, la vida le deparó una triste noticia, tuvo que anunciar su retirada del baloncesto por problemas cardiacos. Regresó a su país para dedicarse a los negocios, pero afortunadamente pudo superar sus dolencias y volver a las canchas de mano del Manresa.

Hasta que, al año siguiente, ya con 34 años, fichó por el club de mi ciudad, el Juventud Alcalá de la primera división. Ese año pude disfrutar en persona de la gran categoría humana de este extraordinario jugador, fui testigo de lo grande que era también fuera de las canchas, nunca negó un autógrafo a nadie, tuvo una paciencia infinita con la chiquillería y tuve el inmenso placer de compartir un refresco con él, contándonos anécdotas junto a mis amigos, con ganas de que aquella tarde no acabara nunca.

Tras retirarse, volvió a su tierra natal para fundar varias academias destinadas a mejorar las notas de los alumnos, finalmente acabó siendo ordenado Pastor de una iglesia cristiana donde ejerce actualmente. Sigue viviendo en su pueblo natal, está casado y tiene dos hijos.

Espero, que este humilde artículo, sirva de humilde homenaje a ese enorme jugador que fue Wayne Robinson, a las jóvenes generaciones les invitaría a visionar videos de este gran pívot, seguro que les merecerá la pena comprobar cómo un hombre de sólo 2.03m de estatura, podía volverse tan grande y fiero dentro de la pintura.

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