El 19 de abril
de 1958, nacía en un pequeño pueblo de Carolina del Norte, uno de mis grandes ídolos
baloncestísticos. Se trata nada más y nada menos, del gran Wayne Robinson, que
fue el principal culpable de mi enorme pasión por el basket. Siendo un crío, me
sentaba delante del televisor y me quedaba prendado de aquel pívot
norteamericano, que machacaba los aros sin piedad y se levantaba en
suspensiones a cuatro metros del aro, dando una sensación de ingravidez
maravillosa.
Robinson, fue
elegido en segunda ronda del draft (puesto 31), disputando una campaña en la
NBA enrolado en los Detroit Pinstons. Después hizo las maletas y comenzó su
largo periplo por Europa, jugó dos años en Trieste y los ojeadores del Madrid
le echaron el lazo en el año 1983. Lolo Sainz, fue su principal valedor,
formando una pareja letal bajo tableros junto al añorado Fernando Martín.
Consiguió tres ligas, dos Copas del Rey y una Recopa en las tres temporadas que
defendió la elástica blanca. A pesar, de tener unos números brillantes (15
puntos y 7 rebotes de media), el club decidió prescindir de sus servicios en
busca de un jugador con más kilos, como era el caso de Brad Branson.
Después de unas
espectaculares temporadas en el Cacaolat Granollers, la vida le deparó una
triste noticia, tuvo que anunciar su retirada del baloncesto por problemas
cardiacos. Regresó a su país para dedicarse a los negocios, pero
afortunadamente pudo superar sus dolencias y volver a las canchas de mano del
Manresa.
Hasta que, al
año siguiente, ya con 34 años, fichó por el club de mi ciudad, el Juventud
Alcalá de la primera división. Ese año pude disfrutar en persona de la gran
categoría humana de este extraordinario jugador, fui testigo de lo grande que
era también fuera de las canchas, nunca negó un autógrafo a nadie, tuvo una
paciencia infinita con la chiquillería y tuve el inmenso placer de compartir un
refresco con él, contándonos anécdotas junto a mis amigos, con ganas de que
aquella tarde no acabara nunca.
Tras retirarse,
volvió a su tierra natal para fundar varias academias destinadas a mejorar las
notas de los alumnos, finalmente acabó siendo ordenado Pastor de una iglesia
cristiana donde ejerce actualmente. Sigue viviendo en su pueblo natal, está
casado y tiene dos hijos.
Espero, que
este humilde artículo, sirva de humilde homenaje a ese enorme jugador que fue
Wayne Robinson, a las jóvenes generaciones les invitaría a visionar videos de
este gran pívot, seguro que les merecerá la pena comprobar cómo un hombre de
sólo 2.03m de estatura, podía volverse tan grande y fiero dentro de la pintura.
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